miércoles, 29 de junio de 2011

Lactancia: el regalo de la Diosa

Hace mucho tiempo que no hago ninguna entrada en el blog. Falta de tiempo, y otras adversidades personales han obstaculizado el retomar de las riendas de este proyecto que comenzó siendo una semilla, y que hoy ya va tomando forma a medida que yo misma me revelo ante el mundo.

La entrada de hoy la quiero hacer para honrar este regalo de la naturaleza, este don que nos dió la Diosa al hacernos madres, que es la lactancia.

Hace tres años que tengo la dicha de ser madre. En este tiempo, mi hija me ha ayudado mucho a conocerme, a mirar al mundo con ojos nuevos, a advertir todas las injerencias externas que con mejor o peor voluntad interfieren con la crianza de un hijo en nuestra sociedad del siglo XXI.
Lo que más me llamó la atención durante el embarazo fue lo medicalizado, controlado y frío del seguimiento. El único calor que recibí -además del infinito amor que sentía por mi hija, y el apoyo de su padre- fue de la matrona, mi hermana y mi madre, grandes apoyos en ese calvario que puede llegar a ser un embarazo con problemas.
Tras superar los momentos de la gestación, con todo el bombardeo de información mal dirigida hacia la madre. Digo mal dirigida, por que si la intención es dotarla de herramientas para la asumir, entender y preparar la gestación y el nacimiento de un hijo, el efecto es justamente el contrario.
Se nos prepara para el parto ofreciéndonos no parir, convenciéndonos subliminalmente de la innecesariedad del mismo; oxitocinas, epidurales, forceps, cesáreas... De repente, nuestro vocabulario empieza a incrementarse con multitud de términos que sólo nos hacen sentir que parir es complicado y doloroso...
Cuando al fin se logra superar el bosque de espinas que como en el cuento de la La Bella Durmiente, rodea el castillo donde se encuentra guarecido el frágil cuerpecito del niño, cuando salas de dilatación, quirófanos, paritorios, expulsivos, pujos... forman parte de la neblina del recuerdo que el cerebro sabiamente fabrica para desplazar lo que ya no es relevante, cuando al fin llega al mundo tu hijo y lo tienes entre tus brazos, tras sentir que tu mundo se expande en todas direcciones, entonces llega el momento de alimentar a esa nueva luz en tu vida.
Y casi inevitablemente surge la pregunta que siempre un alma caritativa y bienintencionada formula a una nueva  madre: "¿le vas a dar el pecho?"
Durante mi estancia en el hospital y en los 15 días siguientes, el 90% de las madres enfrentamos con decisión la lactancia materna a demanda. En ese breve periodo ya hubo un 10% a las que se les complicó y abandonaron, fruto de cesáreas -excesos de sedaciones-, grietas en los pezones -como consecuencia de una mala instrucción en la colocación del bebé- y otras contingencias varias.
Pasados tres meses del nacimiento, casi la mitad seguíamos con la lactancia aunque ya muchas preparaban el destete forzoso como consecuencia de su inminente incorporación a sus puestos laborales. Sólo un 4% de las mujeres que asistieron conmigo al grupo de postparto,  enfrentaban la posibilidad de continuar con la lactancia compaginándola con el trabajo.
Finalmente, cuando mi hija cumplió los seis meses de vida, la enfermera de pediatría amablemente nos entregó la hoja que contenía el calendario y las medidas de incorporación de la alimentación complementaria. Ese nombre me resulta absolutamente irónico, pues si se supone que debe ser un complemento de la lactancia, lo cierto es que entre los cereales, las verduras y frutas, la carne, el pescado y demás, al cabo de tres meses más apenas queda sitio para que un niño pueda mamar -según los planings y calendarios oficiales-.
Luché, insistí en otras opciones, prolongué la lactancia durante cuatro meses más, y finalmente, familia, pediatra y convencionalismos sumados a mis inseguridades, acabaron con mi resolución de continuar con la lactancia.
Mi hija, sanísima y preciosa, es una bella niña delgada desde que nació. Su pediatra y enfermera me insistieron en la necesidad de introducirle otros alimentos y eliminar la lactancia con el argumento de que así corregiría el peso que parecía faltarle. La familia amablemente pero demoledoramente también, me recalcaba que la niña no podía lactar todavía por la noche, que eso perjudicaba su crecimiento y nuestro descanso, y que por supuesto era más importante la "alimentación complementaria" y los nutrientes que obtenía de ella, de los que pudiera obtener de mi leche.
En aquél momento, apenas sabía de otras opciones y desgraciadamente, me rendí. No culpo a nadie, salvo a mi miedo y a una sociedad que está boicoteándose a sí misma por medio de boicotear la labor de las madres.
Hoy día, aún lamento esa decisión. Sé que si tuviera otro hijo jamás haría lo que hice. Esta vez buscaría otros médicos, acudiría a Ligas de la leche y sobre todo, escucharía mi instinto y las necesidades de mi hijo.

Para que ninguna madre más se sienta una alienígena en su casa cuando de el pecho a su hijo, para que nadie pueda hacer sentir un bicho raro a una madre que de el pecho a su criatura en un espacio público, en memoria de todas las madres lactantes que dieron amor además de alimento en cada sorbo de leche y que fueron los eslabones en la cadena de la vida humana sobre la tierra, en honor de la Gran Madre que nos hizo a su imagen y semejanza, fuentes de nutrición, consuelo y amor, por todas vosotras mujeres va este video de la Universidad de La Laguna.
Gracias a todas.
http://ullmedia.udv.ull.es/video/83

1 comentario:

  1. Me encantó tu entrada Nimphaia. Tu hostoria es similar a la de muchas y me encanta que hayas decidido no rendirte la próxima vez. Has aprendido y eso importa. Y tu hija mamó tu amor además de tu leche. Y lo seguirá teniendo. Soy mujer, sacerdotisa de la Diosa y luchadora por una sociedad matriarcal o matrística, donde podamos sanar las heridas que el patriarcado nos ha "donado" a través de los milenios. Te invito a mi blog www.diosademilnombres.blogspot.com. Me haré seguidora del tuyo. Besos.

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